lunes, 4 de marzo de 2013

Dulce patria... no?

Dicen amar a su país pero sólo le chupan el pico a una bandera mientras su pueblo muere ignorado.
Dicen amar su patria pero la recuerdan sólo por 90 minutos; si ganan enrostran a todos su nacionalidad, si pierden el nombre de su país es basureado durante horas.

Cómo olvidar el famoso "día de la independencia", celebrado en masas, erróneamente, recordando su libertad asesinando a un animal que jamás fue libre, para luego celebrar las glorias del ejército; la imagen viva de la libertad no?

Luego se finaliza el hipócrita espectáculo a uno o dos días de orgulloso patriotismo volviendo al mismo menosprecio por la tierra donde se vive.

Dicen amar su cultura pero darían todo por vivir en otro país, y no hacen nada por mejorar el suyo.
Dicen preferir su acento, y su lengua propia, pero mientras exista oportunidad se presentarán como todos unos yankees.
Desprecian a los demás pueblos, pero se arrodillan felizmente ante las potencias mundiales, como corderitos esperando resignados a pelearse los restos de la torta.
Y así miles de características describen al patriota promedio, ese que defiende a ojos cerrados un nombre, un simple nombre, un estado, una bandera, una selección de fútbol, un ejército, una frontera, un odio a otras banderas, a otras selecciones de fútbol, a otros ejércitos, y todo lo que está fuera de esa estúpida frontera.
Con esto no pretendo desvalorizar al país, o la patria, yo amo mi patria, pero por favor, no me digas que mi patria es un estado, o una bandera.

"Libertad, invocando tu nombre, la chilena y altiva nación, jura libre vivir de tiranos y de extraña, humillante opresión" -parte del desechado coro del himno de Chile, tan desechado como la palabra libertad en nuestros libros de historia,  tan desechado como la nuestra libertad bajo la tiranía, tan desechado como vivir sin opresión-

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