domingo, 10 de marzo de 2013



Entre tanto vagabundear por la lluvia de imágenes que frecuento, una obliga a detenerse, entonces la observo bien y provoca una sensación incomparable, una sin fronteras, de esas que no son entendidas sólo bajo el límite de un idioma o un lenguaje, ni de una raza o cultura; sino desde el fondo del alma, desde algo tan básico como la capacidad de sentir, algo común entre seres que pueden apreciar algo que nos compete a todos, algo tan esencial como el lugar donde vivimos, sin importar en qué extremo, a que altura o de qué forma, algo que nos da la particularidad de llamarnos a todos terrícolas.

Pero también la responsabilidad de estar conscientes de ello; amar, cuidar y mantener tan vivo nuestro hogar, como a nosotros mismos.

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