miércoles, 2 de abril de 2014

Cuando te quitan una flor.



Estaba con él, en uno de esos momentos en que nada te convence, nada te es suficiente, era.

Pero me ayudó, me abrió la boca con una palmada en la espalda y me dijo; "grita conchetumare', déjala tranquila!".

En fracciones de segundo pasé de no estar ni ahí a necesitar hacerlo, así que grité, grité como no lo había hecho nunca antes, ni para insultar al peor de los bastardos, grité con toda la fuerza que te puede dar un espacio vacío, grité con todo el odio que te puede dar una situación injusta, aullé como la más dolida de las bestias esperando su respuesta, una simple explicación, grité y mientras gritaba cauterizaba la herida de polo a polo, grité y solté su chaqueta, que llevaba tironeando un par de meses ya, grité, aullé, lloré cual animal perdido entre los ruidos del matadero sufre por presenciar una cruda y larga muerte sin sentido, lloré por última vez y dejé mi parte para marcar de vuelta su camino.

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